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jueves, 8 de abril de 2010 0 comentarios

Shakespeare era Shakespeare



Escribió Shakespeare las obras de Shakespeare? La verdadera identidad del mayor dramaturgo de todos los tiempos, que legó obras repletas de símbolos universales como la pasión, la ambigüedad, la sátira o el instinto político, sigue dividiendo a los círculos culturales casi 400 años después de la muerte del bardo de Stratford-upon-Avon (1564-1616). ¿Fue un impostor, un fraude, la firma tapadera de un personaje más ilustrado? Las teorías conspirativas nunca han dejado de estar en boga, pero en la era de Internet disponen incluso de mejor tribuna.


Representantes de la crema teatral británica como Derek Jacobi o Vanessa Redgrave se han apuntado a esa corriente de escepticismo. El director Mark Rylance sostiene sin miramientos que la creación de Hamlet, Otelo o Macbeth fue producto de una "cábala literaria" de la que formaba parte sir Francis Bacon. Antes que ellos, otras figuras de renombre como Mark Twain, Henry James o Sigmund Freud mostraron parecidos prejuicios culturales apoyándose en un cierto esnobismo y en unos cimbeles más que precarios en opinión del escritor estadounidense James Shapiro, que ha desmontado todas estas teorías en su libro Contested Will: who wrote Shakespeare?


¿Cómo pudo el hijo de un vulgar comerciante de lana, carnicero y arrendatario, un hombre de estudios limitados que escribía para pagar sus deudas y que nunca viajó, entender el mundo de reyes y cortesanos, tratar asuntos de Estado, filosofía, leyes, música o el arte de la cetrería? Shapiro, profesor de la Universidad de Columbia y experto en la obra del autor inglés (a quien ya dedicó el libro Un año en la vida de William Shakespeare: 1599), propone un recorrido histórico por algunas de las teorías negacionistas de mayor eco para subrayar, ante todo, su anacronismo: las suspicacias sobre la pluma de Shakespeare no surgen hasta 200 años después de su muerte. Nadie antes encaró la lectura de sus obras teniendo en cuenta la biografía del creador.


Denso en historias y argumentos, al tiempo que ameno, Contested Will: who wrote Shakespeare? relata cómo las teorías alternativas nacen a principios del siglo XIX, cuando se afianza la asunción de que los trabajos artísticos son reflejo de las claves personales del autor y deben ser interpretados como una autobiografía, incluso espiritual según los románticos. La estadounidense Delia Bacon, hija de un predicador visionario, sostenía en un estudio publicado en 1857 que Shakespeare era "un iletrado y actor de cuarta fila, demasiado estúpido" para haber concebido una obra que manifestaba "los últimos refinamientos de la más alta educación parisina". Eligió como alternativa al poeta, filósofo y científico Francis Bacon (con quien no guardaba parentesco) con el argumento de que su secreto odio hacia el despotismo monárquico le obligaba a recurrir a un seudónimo.


Influida por las ideas de Mark Twain -quien también sostenía que Isabel I era en realidad un hombre-, Delia Bacon no aportó más que elucubraciones al debate aunque, a su muerte en un psiquiátrico, una nueva generación tomó el testigo con una vasta producción de artículos. En 1920, el profesor T. J. Looney atribuyó en un libro la autoría de las obras a Edward de Vere, conde de Oxford, basándose en sus conocimientos de cetrería, en la coincidencia de que tenía tres hijas -como el rey Lear- y otras generalidades. Looney pasa por alto que el conde murió en 1604, antes de que se escribiera el grueso de la obra shakesperiana. Ello no fue óbice para que Sigmund Freud abrazara la teoría como alimento de sus propias obsesiones: relacionó el complejo de Edipo de Hamlet con el de Edward de Vere, impotente ante la boda de su madre con otro hombre tras enviudar.


Otra tesis sostiene que el dramaturgo y poeta inglés Christopher Marlowe -asesinado en 1593- fingió su muerte para seguir escribiendo bajo el nombre de William Shakespeare, de quien era coetáneo. Esta teoría denota, según Shapiro, la resistencia entre un vasto sector del mundo académico a aceptar que William Shakespeare escribió varias de sus obras en coautoría. Porque Marlowe fue uno de esos colaboradores, en una práctica habitual en los tiempos del teatro isabelino. Incluso hoy, añade, los estudiosos están muy lejos de entender cómo el bardo y sus coautores repartían tramas y personajes, revisaban sus respectivos trabajos o unificaban estilos.


Lo cierto es que apenas un puñado de documentos atestigua la singladura privada del escritor que dejó tal huella en la literatura universal. Ni siquiera existe absoluta certeza sobre los verdaderos rasgos de su físico, objeto perenne de controversia entre historiadores y expertos del mundo del arte. Pero el veredicto de Shapiro es una defensa en toda regla del hombre de Stratford. Su retrato le presenta como un hombre de teatro, que leía, observaba, escuchaba y volcaba todo en unas obras que reflejan el genio de la imaginación. Shakespeare, concluye Shapiro, sí escribió a Shakespeare.
martes, 1 de diciembre de 2009 0 comentarios

Dos poemas de Pedro Salinas, autor de la Generación del 27, relacionados con el comentario de Romeo y Julieta


Para vivir no quiero...

Para vivir no quiero

islas, palacios, torres.

¡Qué alegría más alta:

vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,

las señas, los retratos;

yo no te quiero así,

disfrazada de otra,

hija siempre de algo.

Te quiero pura, libre,

irreductible: tú.

Sé que cuando te llame

entre todas las gentes

del mundo,

sólo tú serás tú.

Y cuando me preguntes

quién es el que te llama,

el que te quiere suya,

enterraré los nombres,

los rótulos, la historia.

Iré rompiendo todo

lo que encima me echaron

desde antes de nacer.

Y vuelto ya al anónimo

eterno del desnudo,

de la piedra, del mundo,

te diré:

«Yo te quiero, soy yo».

¿Por qué tienes nombre tú...

¿Por qué tienes nombre tú,

día, miércoles?

¿Por qué tienes nombre tú,

tiempo, otoño?

Alegría, pena, siempre

¿por qué tenéis nombre: amor?

Si tú no tuvieras nombre,

yo no sabría qué era

ni cómo, ni cuándo. Nada.

¿Sabe el mar cómo se llama,

que es el mar? ¿Saben los vientos

sus apellidos, del Sur

y del Norte, por encima

del puro soplo que son?

Si tú no tuvieras nombre,

todo sería primero,

inicial, todo inventado

por mí,

intacto hasta el beso mío.

Gozo, amor: delicia lenta

de gozar, de amar, sin nombre.

Nombre: ¡qué puñal clavado

en medio de un pecho cándido

que sería nuestro siempre

si no fuese por su nombre!

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Mito de Eco.AYUDA PARA EL SEGUNDO COMENTARIO

Eco era una joven ninfa de los bosques, parlanchina y alegre. Con su
charla incesante entretenía a Hera, esposa de Zeus, y estos eran los
momentos que el padre de los dioses griegos aprovechaba para mantener sus
relaciones extraconyugales. Hera, furiosa cuando supo esto, condenó a Eco
a no poder hablar sino solamente repetir el final de las frases que
escuchara, y ella, avergonzada, abandonó los bosques que solía frecuentar,
recluyéndose en una cueva cercana a un riachuelo. Por su parte, Narciso
era un muchacho precioso, hijo de la ninfa Liríope. Cuando él nació, el
adivino Tiresias predijo que si se veía su imagen en un espejo sería su
perdición, y así su madre evitó siempre espejos y demás objetos en los que
pudiera verse reflejado. Narciso creció así hermosísimo sin ser consciente
de ello, y haciendo caso omiso a las muchachas que ansiaban que se fijara
en ellas. Tal vez porque de alguna manera Narciso se estaba adelantando a
su destino, siempre parecía estar ensimismado en sus propios pensamientos,
como ajeno a cuanto le rodeaba.
Daba largos paseos sumido en sus cavilaciones, y uno de esos paseos le
llevó a las inmediaciones de la cueva donde Eco moraba. Nuestra ninfa le
miró embelesada y quedó prendada de él, pero no reunió el valor suficiente
para acercarse. Narciso encontró agradable la ruta que había seguido ese
día y la repitió muchos más. Eco le esperaba y le seguía en su paseo,
siempre a distancia, temerosa de ser vista, hasta que un día, un ruido que
hizo al pisar una ramita puso a Narciso sobre aviso de su presencia,
descubriéndola cuando en vez de seguir andando tras doblar un recodo en el
camino quedó esperándola. Eco palideció al ser descubierta, y luego
enrojeció cuando Narciso se dirigió a ella.
- ¿Qué haces aquí? ¿Por qué me sigues?
- Aquí... me sigues... -fue lo único que Eco pudo decir, maldita como
estaba, habiendo perdido su voz. Narciso siguió hablando y Eco nunca podía
decir lo que deseaba.
Finalmente, como la ninfa que era acudió a la ayuda de los animales, que
de alguna manera le hicieron entender a Narciso el amor que Eco le
profesaba. Ella le miró expectante, ansiosa... pero su risa helada la
desgarró. Y así, mientras Narciso se reía de ella, de sus pretensiones,
del amor que albergaba en su interior, Eco moría.
Y se retiró a su cueva, donde permaneció quieta, sin moverse, repitiendo
en voz queda, un susurro apenas, las últimas palabras que le había oído...
"qué estúpida... qué estúpida... qué... estu... pida...". Y dicen que allí
se consumió de pena, tan quieta que llegó a convertirse en parte de la
propia piedra de la cueva...
Pero el mal que haces a otros no suele salir gratis... y así, Nemesis,
diosa griega que había presenciado toda la desesperación de Eco, entró en
la vida de Narciso otro día que había vuelto a salir a pasear y le encantó
hasta casi hacerle desfallecer de sed. Narciso recordó entonces el
riachuelo donde una vez había encontrado a Eco, y sediento se encaminó
hacia él. Así, a punto de beber, vio su imagen reflejada en el río. Y como
había predicho Tiresias, esta imagen le perturbó enormemente. Quedó
absolutamente cegado por su propia belleza, en el reflejo.
Y hay quien cuenta que ahí mismo murió de inanición, ocupado eternamente
en su contemplación. Otros dicen que enamorado como quedó de su imagen,
quiso reunirse con ella y murió ahogado tras lanzarse a las aguas. En
cualquier caso, en el lugar de su muerte surgió una nueva flor al que se
le dio su nombre: el Narciso, flor que crece sobre las aguas de los ríos,
reflejándose siempre en ellos.
(Leyenda de la mitología griega)
martes, 17 de noviembre de 2009 0 comentarios

Tito Andrónico.EL BANQUETE DE SANGRE


Crueldad, antropofagia, violación, descuartizamientos, amputaciones, asesinatos, sangre, sangre, y más sangre; pero todo esto dentro del marco de la familia. Al fin y al cabo "Tito Andrónico" es una tragedia familiar: el padre (Tito) , el hermano (Marco), los hijos (Lucio, etc ... ) y la hija (Lavinia), la muda, el silencio en la familia, la niña violada que calla su secreto, sin lengua y sin manos, privada de la caricia, del afecto, del amor en un mundo sin piedad, en una familia sin piedad, que lucha contra otra familia, la de Saturnino y Tamora, con sus hijos y su amante (Aaron) e incluso su hijo ilegítimo.

Guerra de familias. Guerra al fin y al cabo. Y aquí la obra adquiere su dimensión política: las familias representantes del poder, la lucha de poderes por el poder. El congre o político como elva de animales salvajes que se devoran entre sí, peor que animales, seres humanos. El retrato que Shakespeare hace del ser humano en "Tito Andrónico" es tan cruel como sus propios personajes. Pero es en sí mismo, en su escritura, en su ironía, en su sentido del humor la esperanza de la obra. Cómo se cuenta "Tito Andrónico" es la alternativa a tanta brutalidad
jueves, 5 de noviembre de 2009 0 comentarios

IMAGENES WILLIAM SHAKESPEARE